La propiedad intelectual tiene su sentido, pero a muchos nos parece que su vertiente comercial ha experimentado un desarrollo que podríamos calificar de absurdo.
Acabo de leer la noticia de que el hacker Aaron Swartz es acusado de descargar de la red del Massachusetts Institute of Technology 4,8 millones de artículos científicos para ponerlos a disposición de la comunidad científica, al parecer sin intención de lucrarse económicamente. La Fiscalía de Estados Unidos pide para él 35 años de cárcel y 700.000 euros de multa.
A Breivik, el monstruo de Oslo, por asesinar fríamente a 77 personas, la Corte Penal Internacional, en el caso de que se le juzgue por crímenes contra la humanidad, puede pedirle "solo" 30 años. El Código Penal sueco prevé una pena máxima de 21 años. Desde luego, no hay comparación entre uno y otro personaje. ¿Cómo puede parecernos normal castigar más duramente un delito de propiedad intelectual, donde ni siquiera consta motivo de lucro, que un delito tan monstruoso como el de Breivik?
Esta es una muestra más de que el modelo vigente de propiedad intelectual es una aberración.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de agosto de 2011