La violencia de género continúa creciendo irremediablemente en nuestro país. Las medidas puestas en marcha por nuestro Gobierno no acaban de conseguir mitigar sus efectos, y tampoco los juicios cortos parecen erigirse como esos muros de contención capaces de detener definitivamente la propagación de tan terrible lacra.
Mientras siga existiendo esa multitud de lagunas legales anegadas por la inconsistencia y la ausencia de contundencia resolutoria, mientras las constantes denuncias se amontonen una tras otra y queden relegadas de manera sistemática al olvido, almacenadas en el peligroso archivo de la ineficacia, mientras se siga llegando siempre tarde allí donde se esconden los maltratadores, es más que probable que asistamos nuevamente a un incremento de víctimas mortales, a un triste reencuentro con un luto que, en buen número de ocasiones, se encuentra revestido de una fatal ocurrencia retrospectivamente evitable.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de agosto de 2011