Una revolución silenciosa intenta recuperar el sabor que antaño tenían hortalizas y frutas. Legiones de agricultores y consumidores se alían para multiplicar las semillas tradicionales frente a las híbridas que impone el mercado. A través de los supermercados, el culto a la estética de los alimentos está barriendo poco a poco la palabra sabroso del diccionario doméstico. Paula López (en la imagen) presume de su huerta sevillana: "Tomate rosado, negro segureño, de El Coronil y gordo de Álex... lechuga bretona, de hoja rizada de Córdoba, batavia de invierno. Cada semana una variedad distinta y claro, la gente flipa". Sin embargo, a pesar de lo que indica el sentido común, la inmensa mayoría de los consumidores aún compra con los ojos y a diario sacrifica el sabor de hortalizas y frutas.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de agosto de 2011