Nuevamente nos quieren cambiar el orden de las cosas. Primero nos hicieron pasar una crisis estrictamente financiera por un problema de agotamiento ideológico y ahora Cameron nos dice que lo que hay es una crisis de valores. Pues bien, si alguien quiere desgajar el problema de violencia suscitada en el Reino Unido del pavoroso incendio que está provocando la crisis económica mundial, espero que lo argumente mejor.
El origen de todo queda aclarado si lo unimos a una palabra, futuro. No le voy a quitar mérito ni razón a los valores, pero si vemos con una perspectiva más amplia el problema y su contexto, solo podemos afirmar que estas reacciones son consecuencia de la desesperación de unos jóvenes que ven riqueza pero fuera de su alcance, que ven trabajo solo en círculos muy cerrados, que ven mermada la sanidad pública, que ven subidas abusivas de las tasas universitarias, que ven cómo se distancian cada vez más los estratos sociales, que ven cómo sus barrios se convierten en guetos y, en definitiva, que tienen muy claro que están abocados a un fracaso seguro. ¿Qué les queda? Nada, y por eso nada tienen que perder.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 15 de agosto de 2011