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CARTAS AL DIRECTOR

¡Qué envidia! ¡Qué pena!

¡Qué envidia sentí cuando escuchaba cómo en la Cámara de los Comunes, el jefe de la oposición Ed Miliband ofrecía al primer ministro su "apoyo incondicional" para atajar los graves disturbios que se estaban produciendo!

No he podido dejar de compararlo con la situación a la que nos han acostumbrado. Aquí, el presidente del Gobierno habría tenido que escuchar graves acusaciones de debilidad, de connivencia con los salteadores y hasta de aprovechar para dormir esas noches de revueltas.

Por su parte, el ministro del Interior hubiera sido acusado de incompetencia, de falta de previsión, al permitir el descabezamiento de la policía, y de no haber enmendado los graves errores de su nefasto antecesor.

También les veríamos "rasgarse las vestiduras", en defensa de la libertad, ante cualquier insinuación de limitación de las comunicaciones de las redes sociales, olvidando un comportamiento similar en las bibliotecas públicas de Madrid.

Por supuesto, tendríamos que volver a oír la petición de adelantar -aún más- las elecciones como solución a todos nuestros males. ¡Qué pena!

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de agosto de 2011