Este verano he disfrutado viendo los documentales sobre elBulli en La 2. Se podrá estar más o menos de acuerdo con la innovación y la deconstrucción culinaria, pero debe reconocerse que Adrià es un genio que ha hecho arte de su profesión. Ha colocado a la cocina española en la órbita mundial, abriendo paso a una generación de jóvenes cocineros que no pueden hacerlo mejor de lo bien que lo hacen. Y varios de ellos son de nuestra Comunidad Valenciana. Pero yo disfruto igualmente con el plato tradicional, con el aperitivo más común, con la cocina popular que nos ofrece platos de exquisito sabor. Una comida veraniega, en esos días de aire sahariano, sol y fuerte calor, puede inaugurarse con un sencillo aperitivo a base de pincho de tortilla, ensaladilla rusa, capellanes a la brasa y una bebida refrescante, espirituosa, alicantina y de reminiscencias meteorológicas: el nuvolet. La tortilla poco cuajada, un poco melosa; la ensaladilla sin pepinillos y con el punto justo de mayonesa; los capellanes bien braseados y el nuvolet como debe hacerse un nuvolet, con sus cinco partes de agua muy fría y una de buen anís seco de Monforte del Cid. Nuestra cocina -la de alta gama y la más popular- es otro de los atractivos turísticos del territorio valenciano. Pocos placeres pueden equipararse al que se experimenta ante un aperitivo de este tipo tomado a mediodía en una terraza, con la brisa soplando y con el azul mediterráneo de fondo.
Jorge Olcina es catedrático de Geografía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de agosto de 2011