Si hay un sabor característico en las ciudades mediterráneas es el limón exprimido mezclado con agua y azúcar, y si hay un momento especial para tomarlo, ese es el aperitivo. No solo por sus sabidos beneficios como bebida refrescante y saludable, sino porque es un sabor que ha ido creciendo conmigo.
Es el recuerdo de mi infancia: la limonada, el limón granizado de la Explanada, indicándonos el inicio del verano. Sabores que, pese a que he pasado fuera de España casi un tercio de mi vida y que mi trabajo me obliga a viajar, tomarlo en el aperitivo se ha convertido en uno de los hábitos más cotidianos de las costumbres mediterráneas a las que, se pueden imaginar, me apego con más devoción.
En Argel, Sarajevo o Nicosia, por poner tres ejemplos de ciudades mediterráneas, he bebido con verdadero deleite la tradicional limonada que te ofrecen antes de las comidas. Este detalle me hace sentir como en casa. Y es que la limonada es una bebida cuyo sabor nos identifica como región y como pueblo.
Debo de confesar que al vivir tantos años fuera de España acabas coqueteando con otras costumbres, con otros aperitivos. Así en Holanda, y a lo largo de los continuos viajes por Europa, empecé a disfrutar el aperitivo antes de las cenas y el whisky pasó a ser definitivamente mi bebida. De entre todos los lugares de Amsterdam, os recomiendo el L&B whiskycafe, un lugar para aprender a amar el whisky de verdad.
Yolanda Parrado es la directora general de la Casa Mediterráneo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de agosto de 2011