En estos días, a la ciudad de Madrid han llegado más de un millón de personas procedentes de todo el mundo para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud católica con el Papa. Paseando por cualquier rincón de la ciudad cualquier ciudadano puede ver el tremendo despliegue que se ha organizado para este impresionante evento, la multitud de personas jóvenes llegadas desde lugares lejanos.
Paralelamente, escucho en los diversos medios de comunicación la alarmante noticia del gravísimo problema del hambre que según la ONU de nuevo sacude a la población del Cuerno de África en Kenia y Somalia. En Somalia se ha declarado la hambruna en cinco regiones.
Dado este gravísimo problema que vergonzosamente para la humanidad aún persiste en pleno siglo XXI, me pregunto si no hubiera sido más ético y católico que el dinero que cada peregrino ha invertido para poder venir a España, y el que en general se ha dedicado a la organización de este evento, hubiera sido donado a la cuenta de la FAO para solventar esta situación porque, según Naciones Unidas, cerca de 13 millones de personas atraviesan una situación crítica.
Creo que "obras son amores y no buenas razones", y por ello considero que tal cosa hubiera sido un magnífico y verdadero ejemplo de catolicismo con los problemas sociales que aquejan al mundo. Una acción así sería cumplir verdaderamente aquello que predicó Jesús.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de agosto de 2011