Me parece fenomenal que el señor Rodríguez Zapatero desee un futuro como supervisor de nubes. Ahora bien, para eso todavía faltan dos meses y su deber como presidente del Gobierno es dirigir el timón de un país sobre el que se ciernen los negros nubarrones de la mayor tormenta económica de las últimas décadas. El esperpento y la descoordinación que los ministros están ofreciendo a propósito de la reimplantación del impuesto del patrimonio muestran, lamentablemente, que el señor presidente del Gobierno ya no está y tampoco se le espera.
Si a esta situación unimos la relevancia que parece que están tomando los heterogéneos planes de ajuste de las autonomías que, en mi opinión, acabarán por generar mucha más desigualdad entre españoles, no me extraña que la desmoralización, el descontento y la incertidumbre cundan entre los ciudadanos porque, después de todo, somos nosotros los que sufrimos por un lado los recortes municipales; por otro, los autonómicos y, por otro, los estatales sin que se vea ninguna coordinación entre las diversas Administraciones y, lo peor, sin que se vean resultados satisfactorios que compensen tanto esfuerzo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de septiembre de 2011