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Editorial:

Absurda carrera

La precipitada visita a Libia del presidente francés y del primer ministro británico ha sido un error tan grave como innecesario. Buscando tan solo adelantarse en unas horas a la llegada a Trípoli del primer ministro turco, Erdogan, de gira por la región, Sarkozy y Cameron han arrojado una sombra retrospectiva sobre las verdaderas razones de su implicación en la guerra civil que ha terminado con el régimen de Gadafi. Después de la visita, los adversarios de la intervención, europeos o no, creen tener más pruebas de que la Alianza Atlántica ha servido de instrumento a los intereses económicos de Francia y Reino Unido. La realidad es seguramente más matizada, pero no por ello menos criticable: el afán de protagonismo político que han demostrado Sarkozy y Cameron podría provocar distorsiones en el difícil proceso de transición que se ha abierto en Libia.

Los dos dirigentes europeos no han hecho una exhibición de influencia en el norte de África ante Erdogan, sino que le han confesado su patética debilidad. Por más gestos espectaculares que Sarkozy despliegue en Libia, solo o en compañía de Cameron, los ciudadanos árabes no olvidan su apoyo a las dictaduras que los han sojuzgado hasta ahora ni las muchas medidas sobre inmigración que ha adoptado en Francia, a medio camino entre la demagogia y la discriminación. Resulta incomprensible una política que, como la de Sarkozy y Cameron en Libia, parece dirigida a hacerse perdonar el pasado reciente y, al mismo tiempo, a apuntarse como éxito ese perdón.

Las relaciones de Turquía con la Unión Europea se han visto entorpecidas por la posición de Sarkozy desde que llegó al Elíseo. A partir de ahora serán aún más difíciles por esta absurda carrera contra Erdogan, que Sarkozy ha emprendido haciéndose acompañar por un Cameron cuyas razones para ir a Libia resultan indescifrables.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de septiembre de 2011