Al hilo del galimatías de Juan José Millás en torno a la deuda española, me cabe una duda razonable. Dice el escritor: "¿Podrían ser los compradores españoles de deuda española quienes hicieran subir el diferencial al dudar de su propia capacidad para devolverse a sí mismos lo que se han prestado?". Sin duda es previsible que fuera cierto ya que forman parte de esos mercados que especulan con la confianza/desconfianza de las finanzas de países como el nuestro.
Lo más grave es que los dineros que utilizan para especular pueden provenir de los ahorros de los incautos y sufridos ciudadanos que han perdido el rastro de su dinero, como ya ocurriera con los bonos basura. Lo cual significa, ¡menudo sindiós lógico!, que la recogida de beneficios se produce tanto cuando son años de vacas gordas, como cuando la penuria es el pan de cada día, con el agravante de que el dinero especulador es fiado y puede provenir de las libretas a plazo del honrado ciudadano.
A fin de año recibiremos los extractos de nuestros planes de pensiones, aquella falacia bancaria de hace 30 años que ha fagocitado nuestros sudores, ese sueldecillo que nos permitiría una holgada jubilación, y lloraremos porque hemos sido un juguete del sistema, que, como Pilatos, se lavará las manos cándidamente tras reafirmar nuestra pobreza con la volatilidad de los mercados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de septiembre de 2011