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Análisis:

53 días de calvario

Después de todo lo que han pasado enfrentados y lo que han huido juntos de los consensos, Zapatero y Rajoy han acabado con una coincidencia implícita: que llegue cuanto antes el 20-N. A Zapatero, que va camino de ser el pasado, le quedan aún 53 días de presente en La Moncloa, que pueden ser de calvario para él y para Rubalcaba si se ve obligado a tomar decisiones frente a la crisis, porque ninguna sería para bien. "Si hay que tomar medidas, sin duda lo haría", dijo ayer, prudente y sabedor de que el pagano de sus decisiones es el candidato socialista y que ya no puede ayudar, pero sí entorpecer mucho. Como cuando modificó la Constitución por sorpresa, obligado a tomar una bandera que había sido de Rajoy, y tirando por los aires la agenda electoral de Rubalcaba.

A Rajoy, que pretende ser el futuro, le puede el presente, porque se le ve tan ganador que su esfuerzo tiene que ser el de no dar miedo y no movilizar al electorado de izquierdas. Le sobra la campaña y ayer habló remarcando la palabra "concordia", con un discurso que suena al tópico de ganador que proclama la noche electoral: "Gobernaré para todos los españoles". Le sobran 53 días en los que otros dirigentes del PP puedan hablar de medidas impopulares, que sus barones emprendan recortes o que se hable demasiado de su mayoría absoluta y del poder hegemónico del PP en todas las Administraciones. Sin estridencias que rompan el pronóstico.

Rubalcaba, en cambio, necesita tiempo para tomar distancia del pasado, arriesgar y aprovechar cada minuto de los 53 días, para que cale su mensaje de distanciamiento y sus propuestas. Su problema es que maneja un circo de tres pistas, de las que solo controla una, las otras dos están en manos de Rajoy y Zapatero y son ajenas a su control. Está obligado a hacer una pirueta cada día en su pista y vigilar las otras dos para que las circunstancias no empeoren aún más sus expectativas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de septiembre de 2011