Aún no ha habido elecciones pero Rajoy ya va de presidente. Ya habla como presidente y dice lo que va a hacer a partir del 20-N. Un tono solemne ha sustituido al tronante y descalificador al que nos tenía acostumbrados. Querrá, ahora, hacernos olvidar los días en los que acusaba al presidente de haber puesto a España de rodillas ante los terroristas y de haber pactado con ellos la liberación de los presos etarras, de haberles entregado ya Navarra y de estar traicionando y humillando a las víctimas. Ha estado diciendo hasta ayer que el atentado del 11-M fue una conspiración socialista, han mentido diariamente con todo el descaro y ahora quieren volver a la televisión-manipulación de la época de Aznar y de las comunidades autónomas donde gobiernan. El único legado de Rajoy en estos años de oposición ha sido su tenacidad para decir todos los días que se fuera Zapatero y su denodado empeño en ocultar su programa de gobierno.
Ahora, cuando las elecciones están cerca y ya tocan el cielo del poder, el PP empieza a mostrar sus auténticos propósitos. En las autonomías más despilfarradoras se pretende reducir el déficit despidiendo a médicos y profesores y dejando de pagar la luz y los impuestos, mientras se derrochan millones en propaganda institucional. Rajoy sabe que el PP solo es capaz de llegar al poder si los votantes de izquierda dejan de ir a votar y ha querido hacer creer que todos los políticos son iguales. No es cierto: ¿hay alguien que crea que Rajoy va a defender mejor que Zapatero el interés de todos los ciudadanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de septiembre de 2011