Me parece -porque lo es, no se trata de un efecto óptico- una total indecencia que se deje de pagar lo estipulado a las residencias de ancianos y dependientes y se conserven, intactos, privilegios tales como las pensiones para cargos públicos que han prestado servicios a la comunidad unos pocos años, y otros como concesión de despacho, secretaria, coche oficial y chófer para los antiguos presidents, así como todos los excesos de generosidad política.
Es un escándalo indecente que no tiene parangón con nada conocido. Deberían recoger todo ese dinero y pagar inmediatamente a los necesitados, entre los que se encuentran los antiguos perceptores del Pirmi, salario mínimo asistencial, es decir, los 400 euros para que los pobres de necesidad puedan comer. Se ha perdido el sentido de la proporción, se han perdido todos los valores que sustentan la sociedad. Hemos perdido la dignidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de septiembre de 2011