Por qué no decirlo, a Mariano Rajoy todo le huele a La Moncloa y ya puede insinuar en voz alta y sin ambages lo que quiera. Si llegado el caso hay que decir que se restringirá la sanidad pública, no pasará nada porque tiene la excusa perfecta. A saber: "Esta es la herencia que deja Zapatero".
Pero dada su condición de presidenciable, es de justicia hacer balance de lo que Rajoy ha hecho en estos últimos siete años como jefe del primer partido de la oposición: nada. Mejor dicho, nada a favor de su país. Lo que sí ha hecho es una pertinaz oposición, muy destructiva, desde el 15 de marzo de 2004 hasta la fecha, herencia de esa absurda política de tierra quemada que le impuso la caverna saliente del último Gobierno de Aznar.
Además, ha sido cómplice y a la vez mentor de unos medios de comunicación al borde de la ilegalidad, que han utilizado todo el catálogo de libelos, injurias y calumnias, en temas que van desde el 11-M hasta las negociaciones con ETA; o desde la deuda soberana, hasta el precio del barril de petróleo. Y todo para obtener un pírrico triunfo, un adelanto electoral de solo cuatro meses. Habría que preguntarle: ¿ha valido la pena, señor Rajoy?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de octubre de 2011