Ha muerto Steve Jobs hace solo unos días, y alrededor del mundo se han visto los mensajes de solidaridad y de pésame a la puerta de sus tiendas, y a través de la Red en cualquier formato, por la sensación de que se ha ido un creador de lo imposible para hacernos digitalmente más felices.
No creo que Apple sea la madre Teresa de las empresas, ni que su imagen se asocie a la solidaridad con las grandes lacras de la humanidad. Sin embargo, su presidente ha logrado que su marcha se haya sentido entre los consumidores, que quedamos con la sensación de agradecimiento por la magia de sus productos.
La muerte de ningún otro empresario multimillonario, que haya contribuido a mejorar carencias más importantes, importa a los usuarios lo más mínimo, y en ciertos casos hasta alegra. Como con los políticos. Quizás sea este su último truco, que sintamos cariño por un magnate y le vayamos a echar de menos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de octubre de 2011