La carga de la deuda del Gobierno griego resulta claramente insostenible, pero ¿qué pasa con Portugal? No es un caso claro. Después de años de gestión poco estricta y de crecimiento lento, las cifras de deuda y de déficit son intimidantes para cualquier Gobierno que esté en Lisboa. Pero el actual está decidido a evitar una reestructuración. Con un poco de suerte económica -y algo de paciencia por parte de los inversores- podría lograr salir del apuro.
El déficit presupuestario de Portugal se acercaba al 8,4% del PIB en la primera mitad del año, muy por encima del plan del 5,9% del programa acordado con la troika (la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo). El objetivo del año que viene es el 4,5%. Para alcanzarlo, el Gobierno ha anunciado más medidas de austeridad que podrían agravar la recesión. El FMI vaticina que el PIB disminuirá cerca de un 2% este año y el próximo, antes de volver a aumentar en 2013.
Según esas suposiciones, la deuda pública respecto al PIB se estabilizará en el 115% hacia 2013, que es el año en el que Portugal debe empezar a financiarse a sí mismo en el mercado. Será complicado. El plan incluye 12.000 millones de euros de la línea de crédito del FMI-UE para recapitalizar los bancos, y da por sentado que los bancos encontrarán la suficiente financiación para evitar una grave restricción crediticia.
Y después de la austeridad vienen años de escaso crecimiento del PIB: el FMI vaticina un índice anual del 0,3% entre 2009 y 2016. El resultado fiscal no es alentador: una deuda del 110% del PIB en 2016. Probablemente, es lo bastante elevada para ralentizar el crecimiento y sin duda alguna haría que el país corriera el riesgo de sufrir otra crisis de confianza de los inversores.
¿Por qué no admitir la derrota y reestructurar? La razón principal es que el nuevo Gobierno de coalición de centro-derecha del país, que se formó en junio y que dispone de mayoría en el Parlamento, está decidido a evitar otro rescate o reestructuración. El primer ministro, Pedro Passos Coelho, ya ha realizado progresos en las reformas estructurales, incluso en el mercado laboral. Además, los portugueses parecen resignados a un giro radical de su economía, algo que es necesario para mejorar una larga trayectoria de crecimiento decepcionante. El nuevo Gobierno merece algo de tiempo para demostrar lo que puede hacer. -
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de octubre de 2011