Ayer, cuando terminé la evaluación inicial de 2º de la ESO, reparé en mis anotaciones sobre los alumnos a los que iba a impartir clase durante este curso académico: chicos de integración compensatoria, muchachos en riesgo de exclusión social, problemáticos y conflictivos, cuando no ya excluidos, seres humanos en dramáticas situaciones familiares y económicas... Tan solo alguno de los restantes recibió un aliviado comentario de "sin problemas", aunque observando el entorno pronto los tendrían.
Y fue entonces cuando me dirigí al compañero que estaba a mi lado, preguntándole: ¿Los centros concertados, sostenidos con fondos públicos, habrán asumido de forma equitativa al resto de los alumnos de estas características? ¿Te imaginas que nosotros los tuviéramos a todos? Era la típica broma de todos los años, pero el profesor, con la mirada perdida hacia el frente, cerrando su carpeta, me respondió con un: "¡Por supuesto, por supuesto!".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de octubre de 2011