Las medidas de seguridad más drásticas tomadas en los últimos días en la isla de El Hierro se levantarán en unas horas, justamente cuando los científicos apuntan a que la erupción se acerca a la superficie y, por tanto, se vuelve más peligrosa. El pasado sábado, el Gobierno de Canarias aumentó el nivel de alerta en la localidad de La Restinga, la más próxima a la erupción, y desalojada desde el martes. Y ayer, el presidente autonómico en persona, Paulino Rivero, anunció que, si las circunstancias no varían, en 24 horas se permitirá a los vecinos del pueblo volver a sus casas con un dispositivo de seguridad reforzado. También anunció la posible apertura en ese plazo del túnel de Los Roquillos, clave en la economía de la isla, cerrado desde el 27 de septiembre.
Las autoridades dicen tener margen de reacción si empeora la situación
El caudal de magma procedente del volcán submarino se ha estabilizado
Ambas medidas se tomarán con condiciones. Las personas "encamadas" no podrán volver a La Restinga; los escolares asistirán al colegio de El Pinar, capital del municipio, situado a unos 10 kilómetros de distancia; y los medios de transporte para la evacuación se mantendrán permanentemente en el pueblo. En cuanto al túnel, se vallarán las zonas cercanas a sus dos bocas, donde el riesgo de desprendimiento es mayor.
La noticia se recibió con alivio y sorpresa en la isla, ya que el día antes los expertos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) habían explicado que lo que se está produciendo es una erupción submarina que brota a lo largo de una fisura en aguas poco profundas, a solo 150 metros de profundidad. La noticia hizo que el sábado se aumentara el perímetro de seguridad en torno a La Restinga y se prohibiera el tráfico marítimo y aéreo sobre la gran mancha de azufre que desde el viernes toca las costas de la isla.
Las autoridades han salvado la aparente contradicción entre esas medidas y las anunciadas ayer con varios argumentos: la sismicidad se ha reducido, y hay margen de tiempo para reaccionar si cambia el panorama. Además, María José Blanco, del IGN, dijo que ayer se empezaron a instalar varios hidrófonos del Instituto Jaume Almera (CSIC), aparatos que sirven para saber con más precisión por donde sale la lava.
Blanco hizo un resumen de las últimas conclusiones de los científicos, en las que supuestamente se han apoyado las autoridades para tomar las nuevas decisiones. El caudal de magma se ha estabilizado, la sismicidad ha disminuido y el edificio volcánico submarino crece cada vez más lentamente, afirmó. En tres de las cuatro estaciones GPS que pueden consultarse en la página del IGN, se apreciaba ayer que se reducía el abombamiento de la isla. "El sistema pierde presión y eso nos permite tomar estas decisiones", dijo Juan Manuel Santana, director general de Seguridad en Canarias.
López aseguró que la actual es una fase de emisión de burbujas de lava. En la siguiente, a la que no es seguro que se llegue, emergería del mar una columna de vapor que podría alcanzar cientos de metros y luego llegaría el momento más peligroso, el más explosivo, cuando la erupción se acercara a menos de 60 metros de la superficie. En ese punto, los materiales podrían proyectarse a kilómetros de distancia, pero las autoridades tendrían unas horas para volver a desalojar. Una última fase podría ser el nacimiento de una nueva isla o península si el magma la uniera con la tierra.
Algunos vecinos de La Restinga recibieron con alegría la noticia de que podrían volver a sus casas. Pero otros mostraron muchos recelos. Santiago, que trabaja de sanitario en El Pinar, dijo que, "como cabeza de familia", no pensaba volver. "La evacuación fue caótica, con gente arrastrando maletas y circulando en sentido contrario. ¿Se imaginan otra a las cinco de la mañana con un chorro de vapor de 300 metros en la costa frente a tu casa?".
La gestión de la crisis también ha recibido críticas desde el ámbito científico. Ayer, el vulcanólogo Juan Carlos Carracedo aseguró "a título personal" que se está llevando "la situación de forma poco rigurosa". Según Carracedo, "un volcán avisa, no es un tiburón que te muerde", por lo que La Restinga no tenía por qué haber sido desalojada. "Hay cosas sin remedio, si hubiéramos tenido un buque oceanográfico [hay uno en camino, el Ramón Margalef] tendríamos imágenes del momento de la erupción que se han perdido para siempre", lamenta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de octubre de 2011