El empeño y esfuerzo de Tony Butt, oceanógrafo, ha alumbrado la Conferencia Internacional sobre la Protección de las Olas. El encuentro se celebró ayer en San Sebastián, precedido de una jornada inaugural en Biarritz el pasado lunes. Y con un panel cargado de expertos, científicos y representantes de varias ONG de carácter medioambiental busca impulsar con las conclusiones que obtengan los especialistas participantes en las conferencias y mesas redondas la preservación de las olas, en definitiva, del mar.
"Esto no es algo para hippies, para surfistas, es algo que afecta a la sociedad en su conjunto", aclara de entrada Butt, afincado en Asturias, amante de cabalgar sobre olas gigantes pertrechado con una tabla, consciente tal vez del enorme protagonismo de especialistas vinculados al mundo del surf en el Congreso y los reparos que pueda causar.
Los especialistas defienden, entre otras cosas, la función social del agua
Algunos ponentes subrayan el valor económico de las olas
Butt comenzó a fraguar el congreso hace dos años, cuando a modo de prueba o experimento, impulsó un "mini simposio", en Tenerife. Entonces decidió repetirlo "pero más grande y de carácter internacional". "Es una especie de sueño para mí, hace un año planté la semilla y ahora ha florecido", cuenta. Al trabajo de Butt se suma el respaldo de Surfrider Foundation Europe, la asociación que ha puesto, por decirlo de algún modo, la logística del encuentro.
"Las olas que rompen en la costa forman parte y son imprescindibles dentro del ecosistema. Es, imagínate, como si desaparecieran las nubes, la atmósfera o las corrientes", resume el científico. Pero mientras ninguno de los otros elementos parece que vaya a esfumarse, desde el congreso explican que el cambio climático o la mano del hombre al construir infraestructuras en el litoral sí que ha provocado la desaparición de las olas. "Sin ir más lejos, eso sucedió en Mundaka, cuando se dragó la ría", recuerda Grégory Le Moigno, responsable de Misión, Patrimonio y Olas de Surfrider Foundation Europe. Butt recurre a otros ejemplos, a las algas que se forman en Sudáfrica por la existencia de una determinada ola, de las especies que se alimentan, por tanto, de ella. ¿Qué pasaría si desapareciera?
Le Moigno ahonda en los cuidados de Butt de que no se identifique ni el congreso, ni la defensa de las olas con el antojo de los surfistas, "es un bien medioambiental en sí mismo, las playas y las olas también encarnan una función social, que la gente pueda disfrutar del mar y además pueden tener un valor económico". El dinero es precisamente, aunque con reparos, como señala Butt, uno de los argumentos a esgrimir para la conservación de las olas. "Tal vez es la única forma de convencer al que tiene un hotel de que sin ola, no hay deportistas y por tanto no hay dinero, aunque sabemos que este no debería ser el argumento", si no el cuidado de la naturaleza, sin añadidos, concluye Butt.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de octubre de 2011