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Análisis:EL ACENTO

Sentar cátedra

Faltaron 11 de los 21 jefes de Estado invitados, más de la mitad, y tantas ausencias certifican el fracaso de convocatoria de la última Cumbre Iberoamericana, que tuvo lugar en Asunción, Paraguay, el pasado sábado. El anfitrión, el presidente Fernando Lugo, quiso quitarle importancia al plantón, que, en realidad, venía a subrayar la falta de impacto real de estas iniciativas. Mucha retórica y mucha solemnidad para unos resultados magros que se reflejan en una declaración final que solo subraya lo evidente. Si el tema central fue Transformación del Estado y desarrollo, las conclusiones reclamaron "fortalecer la Administración pública". Un hallazgo.

La corrupción y el nepotismo son viejas lacras que hieren a las instituciones públicas de muchos países latinoamericanos, y están también las altas cifras de evasión fiscal, por no hablar de aquellos sistemas impositivos que son incapaces de recaudar los fondos necesarios para afrontar retos tan grandes como el superar las desigualdades (uno de cada tres latinoamericanos vive por debajo del umbral de la pobreza) o evitar que el narcotráfico siga introduciéndose en los aparatos de Estado hasta hacerlos inviables.

Las buenas cifras de crecimiento de la región invitan al optimismo. Y no es mal momento para que -ya se sabe, la unión hace la fuerza- una mayor integración entre los distintos países funcione como su mejor baza. No deben entenderlo así sus mandatarios. Ninguno de los tres socios de Paraguay en Mercosur (Brasil, Argentina y Uruguay) fue a la Cumbre. Si no asistieron ni los más cercanos, ¿cómo avanzar entonces en políticas comunes con los que están mucho más lejos?

Hubo margen para el espectáculo, aunque tampoco asistiera quien mejor sabe deslumbrar con sus andanadas, Hugo Chávez. Rafael Correa, presidente de Ecuador, cogió el relevo. Se retiró de la sala cuando intervenía la vicepresidenta del Banco Mundial, tras calificarla de "chantajista" por haber cancelado cuando él llegó al poder un crédito previamente concedido a su país. Y protestó cuando intervino el presidente de la OCDE, sugiriendo que, "en reciprocidad", a la próxima cumbre del G-20 "vaya un latinoamericano a darles cátedra". Eso sí: para hacerlo, antes tiene que asistir.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de noviembre de 2011