A propósito del artículo titulado El cine frustrado de Gabo y Buñuel del domingo día 30 de octubre 2011, me gustaría aclarar que ni Luis Alcoriza de la Vega ni su esposa, Janete Riesenfeld Dunning, murieron en la indigencia, ni tuvieron ninguna necesidad económica en el final de sus vidas. Vivieron como viven los profesionales de la cinematografía de todo el mundo: con sus periodos de abundancia y sus épocas de sequías gananciales, pero siempre con sus ahorros y sus amigos que les quisimos y acompañamos hasta el final de sus días.
El reparto de sus bienes, que los hubo, se estableció ante notario en la ciudad de Cuernavaca (México) y, además de la relación personal entrañable que me unió a ellos toda mi vida, figuro en ese documento como albacea del mismo.
No vendieron las galeradas de Cien años de soledad, corregidas y dedicadas por el autor a ellos. Continúan conmigo.
Ruego que, por respeto a sus personas y su talento, el término indigente no se vuelva a unir a sus nombres.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de noviembre de 2011