Pregunta, y ¡ojo, que comienza a contar el reloj!: ¿Se fiarían ustedes de un médico aferrado al vademécum cuando acudes a su consulta por un dolor de garganta? ¡Tiempoooo! Fijo: todos han contestado que no, que pensarían que se trataba de una cámara oculta de esas con la que nos reímos en ETB gracias a las puñeterías que unos gamberros hacen a los ingenuos viandantes. Venga, sigamos: ¿se fiarían ustedes de Santiago Segura anunciando un remake de Gritos y susurros de Ingmar Bergman? Aquí ni enchufo el reloj: que no, que ya sé que no, que ni cámara oculta ni chiste de Gila, ni nada que se le parezca. Que no, que ni en un sketch de Faemino y Cansado, Bueno, ahí igual sí.
Vale, vale. Sigamos. ¿Se fiarían ustedes de un candidato a presidente del Gobierno que en un debate con el adversario solo leyera, nunca improvisara, casi nunca imaginara? Aquí ya no me atrevo a prejuzgar su respuesta. Sé que se han analizado los colores de las corbatas, el estilismo general, la vaguedad y/o profundidad de los mensajes, la frescura (como si la hubiera...) en el porte dialéctico, la intemerata y media. Pero yo me quedo con esa imagen de Rajoy leyendo y leyendo todas sus intervenciones, que ya no sabía uno si el futuro presidente del Gobierno (según las encuestas) era el Macario de Moragas. Pues eso; que no me fío de alguien que no sabe hablar sin leer y que, por cierto, tampoco tiene la dicción de José María Pou, precisamente.
Parece que ganará el candidato lector. Quedaría muy feo que los votantes contradijesen las encuestas en este apartado de democracia formalista en la que vamos convirtiendo la política. Quizás por eso advierto un mayor interés en el 11-11-11, o sea hoy, de la ONCE, que en el 20-N de Rajoy y sus lecturas. Es lógico. Lo primero te soluciona la vida -y la de tus hijos y la de tus nietos, y la de algún amigo chupón que hace tiempo que no te llamaba- y lo segundo tiene más visos de que te la acabe jodiendo un poco más.
No hay elección y, sin embargo, hay elecciones. Bien es cierto que el nivel de la clase política ha caído en picado, que la moral política se desvanece como una caída de ojos de Bette Davis, que muchos políticos parecen más empeñados en que nadie vote -salvo sus familiares- que en que la participación ciudadana sea excelsa. Solo por la desunión absurda, infantil, infame, irreverente, para celebrar un Día de la Memoria tras el cese de la violencia de ETA, Euskadi debería alcanzar el 100% de abstención el 20-N y en las autonómicas, proponiendo un modelo belga de Gobierno funcionarial. No me negarán que entre candidatos lectores, y políticos silentes y desmemoriados no dan ganas de votar a la ONCE. Hoy habrá un español tan rico como Berlusconi y así serán dos los compatriotas que han superado la crisis. El otro, ya saben, matrimonió inteligentemente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de noviembre de 2011