Cualquier persona no radical se tiene que dar cuenta de que un expresidente de un país no puede ir por el mundo pregonando la bancarrota de la propia nación que ha presidido como hace Aznar. Y el problema no es ya el daño que está haciendo a su país, que es evidente, sino el que hace a su propio candidato. Porque Rajoy supongo que no estará muy satisfecho de saber que esa confianza que dice a diario que hay que transmitir está petardeada desde su propio balcón. Aznar tiene un problema de resentimiento sobre la derrota aplastante que sufrió el PP después de una mayoría absoluta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de noviembre de 2011