A mí no me escandaliza que Soraya Sáenz de Santamaría no disfrute de su permiso maternal. Ni siquiera me llama la atención que no respete las seis semanas mínimas de reposo que necesitan todas las mujeres para recuperarse de un parto.
Lo que me subleva es que el debate se centre en lo que hace Sáenz de Santamaría con su bebé, cuando las cuestiones a tratar deberían ser otras: ¿por qué en este país el permiso maternal no llega ni a los cuatro meses, cuando la OMS recomienda lactancia materna exclusiva y a demanda los seis primeros meses de vida? ¿Por qué, visto el panorama, la ley no establece que existan en las empresas salas dignas para la extracción de leche materna, y un tiempo disponible para las madres que lo necesiten? ¿Por qué se nombran siempre los países de nuestro entorno cuando se trata de pagar, pero nunca para comparar el cuidado que ponen en esos países en los primeros años de vida de los hijos? ¿Por qué el caso de una madre que libremente escoge renunciar a un derecho levanta más ampollas que el caso de muchísimas otras madres y padres que cada día intentan lidiar (que no conciliar) con un sistema laboral que no respeta ni mínimamente los ritmos de la maternidad responsable?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de diciembre de 2011