Uno de los puntos más conflictivos en las relaciones entre Francia y Alemania deriva de las diferentes posiciones que mantienen sobre la participación de la banca en las pérdidas en las futuras crisis de deuda. La canciller alemana, Angela Merkel, ha defendido obstinadamente que los bancos asuman también una parte de las pérdidas en los supuestos de quitas de deuda soberana, para que las cargas no recaigan solo sobre los contribuyentes. París, con el apoyo de algunos países, propondrá en la cumbre del próximo viernes eliminar la posibilidad de que las entidades financieras tengan que asumir futuras pérdidas en las posibles reestructuraciones de deuda, por estimar que esta es una de las causas que han agravado la desconfianza en el sistema financiero.
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La regulación de la participación de la banca en futuras pérdidas se estableció de manera generalizada en el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) que se aprobó el pasado marzo y entrará en vigor en 2013. París quiere que se elimine de la normativa de este fondo esta regulación por estimar que contribuye a generar desconfianza entre las entidades.
Merkel había convencido al presidente francés, Nicolas Sarkozy, de la conveniencia de esta iniciativa y ambos la plantearon por primera vez en la infausta Declaración de Deauville de octubre de 2010, con la disimulada fórmula de la "participación del sector privado". El anuncio generó una inmediata tormenta financiera y dos meses después provocó la caída de Irlanda, que se vio obligada a pedir el rescate de la UE y el FMI. La propuesta fue objeto de duras críticas del entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, el mejor conocedor de las tripas del sistema financiero europeo, quien temía que esta exigencia, formalmente más justa, podría causar una debacle del sistema financiero. En realidad implicaba que los bancos poseedores de deuda de países en dificultades podrían precisar capitales adicionales para cubrir posibles pérdidas y, por tanto, ofrecerían menos préstamos.
La posibilidad de que los bancos pudieran asumir pérdidas solo se había considerado de manera única y excepcional para Grecia. Pero al aprobarse la regulación de marzo, toda la banca poseedora de deuda de países con dificultades se vio seriamente afectada.
París considera que hay que corregir cuanto antes este error inicial, al que atribuye una de las causas de la creciente inestabilidad y la desconfianza de los bancos a prestarse entre sí. La realidad es que los bancos prefieren colocar sus depósitos en el BCE con un rendimiento ínfimo del 0,5%, antes que prestarlo a otras entidades.
La situación se ha agravado incluso para el caso de Grecia. El acuerdo del pasado 26 de octubre por el que la banca se compromete a asumir una quita "voluntaria" del 50% de su inversión en deuda griega, que supone unas pérdidas de unos 100.000 millones de euros, está lejos de cerrarse. Por una parte, no se ha logrado el acuerdo del 90% de los acreedores acordado y por otra parte algunos analistas estiman que la quita debería ser mayor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de diciembre de 2011