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Crítica:TEATRO

La complicidad del chiste

Da la impresión de que esta obra, como dividida en dos partes, en la que la primera destaca sobre la segunda, funciona como una acumulación de chistes, unos con más gracia que otros, fiándolo casi todo a la supuesta carcajada que despiertan los cuentachistes de la tele, en un repertorio que mezcla el chiste porque sí con las ocurrencias trascendentales a cuenta de las vicisitudes de la vida, que también tienen su gracia.

El espectáculo se ve cómodamente ante las risas de unos espectadores con ganas de diversión fácil, aunque en ocasiones llega a abrumar tanta ocurrencia. El texto, como casi todos los de Carles Alberola, es como una mezcla rara vez fusionada de hacer reír con las cosas serias y de seguir haciendo reír con las cosas como de risa, y en ese sentido su eficacia es notable. La historia es simple: dos actores hablan de sus cosas en el camerino mientras se preparan para salir a escena, y a continuación (abrigados por una afortunada escenografía de Carles Alfaro) hacen como que comienza al fin la función, una función dedicada en su mayor parte a hacer bromas más o menos sangrientas sobre diversos aspectos (horrorosos) de la Valencia actual. Aquí el público a sala llena ríe con ganas, como si nadie hubiera votado a los populares.

QUE TINGUEM SORT

De Carles Alberola, por Albena Teatre en coproducción con Teatres de la Generalitat. Dirección, Carles Alberola. Teatro Talía. Valencia.

La interpretación de Carles Alberola y Alfred Picó es la acostumbrada en ellos en estos propósitos: mucho guiño al espectador, mucho alarde de expresión como de cine mudo más que de mimos de Lecoq, mucha prisa por dejar claro cuanto antes de qué va el asunto. Lo consiguen sobradamente.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de diciembre de 2011