e daba por descabalgado de la Champions el Olympique de Marsella, que sufrió de inicio y de lo lindo ante un Borussia de Dortmund delicioso, versión que recordó a la del curso pasado, equipo gobernador, con toque, vértigo ofensivo y remate oportuno. Kuba finiquitó un barullo en el área y Hummels definió en un penalti que llevó a Kehl a la enfermería. Era el Dortmund más fiero. Pero quedaba por ver al Borussia, el otro equipo, el que no asume la marcha de Sahin (Madrid), blando e inconstante. Así, un centro de Amalfitano y un remate de Rémy antes de poner el lazo al acto inicial acabó en el primer tiro del OM y en gol. Luz francesa. Fue suficiente. Eso y Valbuena.
El Signal Iduna Park (otrora Westfalenstadion), silencioso porque el triunfo de nada servía, no contagió al Marsella. Por lo que Ayew, atento, envió a la red un nuevo pase de Amalfitano. Quedaban cinco minutos. De sobra para Valbuena, que desde el costado izquierdo lanzó un quiebro, se adecuó el balón a su perfil bueno y soltó un zapatazo con rosca que no fue a la escuadra, pero poco le faltó: 2-3, victoria del OM y mazazo al Olympiacos.
El club griego paga a medias, tiene un presidente que hace de director deportivo y ya no atrae a futbolistas de renombre como antaño. Pero el equipo compite de maravilla porque el técnico, Ernesto Valverde, sabe lo que se hace. Adorado por la afición porque en 2009 ganó el doblete (Liga y Copa) y porque el año anterior regresó para recuperar el laurel de la Liga, solo le quedaba la deuda europea tras ser eliminado en su primera aventura en la fase previa ante el Anorthosis, chipriota. Este año, después de ganar anoche a un Arsenal (3-1) de postín -los gunners ya eran primeros de grupo-, solo el gol de Valbuena sobre la bocina le impidió seguir en la Liga de Campeones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 7 de diciembre de 2011