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Análisis:EL ACENTO

Presidencia mancillada

Las noticias sobre la segregación de las niñas en algunas escuelas religiosas y de las mujeres en los autobuses que unen barrios ultraortodoxos se mezclan estos días con otra polémica en Israel: los militares religiosos, cada vez más poderosos, consideran que es pecaminoso que las mujeres soldado canten ante la tropa masculina. Cosa de fundamentalistas. Pero el machismo que impregna a gran parte de la sociedad israelí no es patrimonio exclusivo de los estrictos observantes de la Torá. Esta semana, el ministro de Defensa, Ehud Barak, y el jefe del Estado Mayor, Benny Gantz, eran grabados mientras se mofaban del papel de las mujeres -sirven dos años en filas- en el Ejército. Y lo peor: la más alta institución del país, la presidencia, ha sido mancillada. Moshe Katsav, presidente entre 2000 y 2007, ingresó en la cárcel el miércoles tras ser condenado por los delitos de violación y abuso sexual perpetrados contra dos subordinadas. Ahora es el preso 1.418.989. Y deberá purgar, si no media indulto de su sucesor, Simón Peres, siete años de prisión.

Musa Qasab, nacido en Yazd (Irán) hace 66 años, emigró a Israel en 1951 y se bautizó Moshe Katsav. Emprendió una carrera política en el derechista Likud que le convirtió en alcalde de su ciudad (Kiryat Malachi); en diputado, en 1977; en ministro varias veces durante los años ochenta y noventa y en el octavo presidente.

Katsav alega ser víctima de maquinaciones de sus rivales políticos y de una prensa sedienta de escándalos. Más allá de sus familiares y allegados, pocos le creen. Como nadie creyó a Haim Ramon, un prometedor dirigente que arruinó su carrera política cuando en julio de 2006 se abalanzó sobre una soldado ni siquiera veinteañera a la que besó en la boca.

En el caso de Katsav, Israel parece haberse sacudido de un solo pero certero golpe todo su machismo. La justicia ha actuado con contundencia y ha dejado claro que, ni siquiera en el caso de que el acusado sea un expresidente de la nación, hay impunidad para este tipo de ofensa sexual. Hay pocos precedentes dentro y fuera del país. El problema, no exclusivo de Israel, es que son pocas, todavía, las mujeres que no dudan en denunciar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de diciembre de 2011