Vestido de paisano, no parecía policía. Pero lo era hasta la médula. El comisario principal Francisco Javier Redondo Zúñiga, que ayer falleció en Madrid a los 59 años, vivía por y para el cuerpo. Un amigo comentó a las puertas del tanatorio: "Murió con las botas puestas, como quería. Su ilusión era llegar a ser jefe superior de Policía de Madrid... y lo había conseguido". Lo era desde septiembre de 2010, tras haber ocupado, desde julio de 2008, el mismo cargo en Castilla-La Mancha.
"El lunes me van a hacer una pequeña operación en la lengua", dijo Redondo el pasado viernes, risueño y despreocupado. Quedamos citados para el próximo martes con ocasión de la cena de Navidad, esa que convocaba por segundo año para departir amigablemente con los periodistas, pagando cada uno a escote. Por desgracia, esa cena no se podrá celebrar ya: fue operado en la clínica Quirón de Pozuelo de Alarcón (Madrid) y murió de forma fulminante a las dos de la madrugada de ayer. Dicen sus compañeros que se le reventó una carótida.
Redondo era un hombre amable, jovial, abierto, dialogante, accesible a la prensa, demócrata convencido y dotado de una fina mano izquierda para resolver los problemas. Desde que él estaba al frente de la Policía de Madrid se habían atemperado los conflictos (entre los últimos a los que se tuvo que enfrentar estaba la acampada de los indignados del 15-M en la Puerta del Sol).
Su talante dúctil no le impedía ser exigente en el trabajo, tanto consigo mismo como con sus subordinados. Así logró reducir la criminalidad y la actividad de las mafias. Ayer mismo, de no haberle sorprendido la muerte a traición, tenía previsto estudiar con sus colaboradores las causas de un ligerísimo repunte experimentado por la estadística delincuencial. Y tenía dada la orden de que le recogieran diariamente a las seis y media de la madrugada en su casa, a la que no solía regresar antes de las diez de la noche. Vivía para la policía en cuerpo y alma. ¿Sus hobbies? "Su trabajo era su hobby", comenta un viejo compañero de fatigas.
Redondo, segoviano de nacimiento, casado y padre de tres hijos, había ingresado en la Policía en 1972. En 1992 ascendió a comisario y fue el encargado de poner en marcha la comisaría de Getafe (Madrid), localidad en la que residía y a la que estuvo estrechamente vinculado desde entonces.
En 1996 fue nombrado jefe de la Brigada Provincial de Extranjería y Documentación de Madrid, hasta que en 1998 se hizo cargo de la Brigada de Seguridad Ciudadana. Siete años después fue ascendido a número dos de la Jefatura de Policía de Madrid.
La capilla ardiente con los restos de Redondo fue un desfile constante de compañeros y personalidades. Entre ellas, Antonio Camacho, ministro del Interior en funciones; el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón; la delegada del Gobierno, Dolores Carrión; su antecesora, Soledad Mestre; los fiscales Manuel Moix y Eduardo Esteban Rincón; la presidenta de la Audiencia de Madrid, Ana Ferrer, y el senador Francisco Granados.
Los restos del comisario serán incinerados hoy en la intimidad por deseo familiar. A las seis de la tarde habrá un funeral en el colegio de los escolapios de Getafe.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de diciembre de 2011