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Crítica:TEATRO

Una de abogados

No está mal que en estos momentos Teatres de la Generalitat programe una de abogados listorros a la americana a los que lo que menos importa es la veracidad de los asuntos que defienden sino dar con la manera de ganarse al jurado, sea o no justo. El asunto de David Mamet se centra en los manejos de un bufete de abogados (uno blanco y otro negro) que debe defender a un tipo (blanco) de haber violado a una mujer (negra), y para ello se trata de desenmascarar a la presunta víctima con toda clase de ardides leguleyos, con tan mala fortuna que una asistente del bufete (negra) desbaratará todo el asunto.

La obra, muy norteamericana, lo que no basta para limitar sus implicaciones, se diría basada en el caso de Strauss-Khan, aunque con matices impuestos por la reflexión entrecortada por la percepción social del racismo. Y digo entrecortada porque Mamet es adicto a las frases cortas, entrecruzadas, y hasta algo crípticas en ocasiones. Esa disposición contrasta aquí con la asombrosa velocidad de dicción de los intérpretes, que a veces roza los límites de lo comprensible, y una actuación (sobre todo en Toni Cantó y Bernabé Rico) como de juguete, como de quien juguetea en el salón de su casa sin prestar gran atención al entorno. Fuera de eso, la dirección es limpia y transparente, dejando fluir el texto sobre la escenografía bella y gélida de Ana Garay. Quizás solo comete un error de bulto: el final tiene un efecto de clausura tan débil que el espectador no aplaude porque ignora que la función ha terminado.

RAZAS

De David Mamet. Vestuario, Alvaro Moreno. Iluminación, José Manuel Guerra. Espacio escénico, Ana Garay. Intérpretes, Toni Cantó, Bernabé Rico, Emilio Buale, Montse Plá. Dirección, Juan Carlos Rubio. Teatro Principal. Valencia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de diciembre de 2011