Se podría decir que, como sociedad, hemos perdido completamente la fe en la política. Desde luego es así en mi caso y, sin embargo, todavía parece quedar esperanza. O al menos eso pensaba mientras leía el artículo de la ley Sinde sobre cómo Zapatero decidió no tirar hacia adelante la reforma debido a la presión en las redes sociales. Me gusta creer que podemos ejercer algún tipo de influencia aunque sea desde detrás de una pantalla. Hoy en día, vale más una revolución cibernética que no una manifestación multitudinaria en las calles. Ahí solemos acabar cansados, afónicos o con represión policial y sin resultado aparente; mientras que, a tiro de ratón, hemos sido capaces de parar una reforma de ley o conseguir que la continuidad en antena de un programa como La noria pendiera de un hilo. No sé si debemos emocionarnos o dejarnos engañar por esta aparente obtención de poder... pero desde luego, es mucho mejor que nada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de diciembre de 2011