Es chocante la hipocresía de un país como Francia, que promueve en su Parlamento votar una ley contra el negacionismo del genocidio armenio, que poca gente niega hoy gracias a la labor de los historiadores y no de los políticos de cualquier tendencia; un país que ha colaborado o colabora por acción o por omisión en otros genocidios: Argelia, Ruanda, Kosovo o como el lento y apenas disimulado del pueblo saharaui por el régimen marroquí. Vano intento de reinventarse la historia, que no corresponde hacer a los Parlamentos, por muy democráticos que sean.
Sorprende que la izquierda se haya prestado a semejante acción, demasiado atenta a la captura del voto de ciertas comunidades con peso en su territorio. Pocas lecciones puede dar Francia al respecto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de diciembre de 2011