España, tan poco generosa habitualmente con sus artistas, tanto que si no triunfan primero fuera no les hace ni caso, está convirtiendo al gran maestro del "feísmo" en un gran profeta en su tierra. Santiago Segura, a costa de encasillarse en la más viva encarnación del cutrerío patrio, consigue batir con la cuarta entrega de su personaje cinematográfico Torrente (Torrente 4: letal crisis) todos los récords españoles y extranjeros. Las cifras, todavía provisionales, sitúan la película como la más vista en 2011 y casi con toda seguridad la de mayor recaudación: 19,4 millones de euros.
Su única competidora ha sido la primea parte de Amanecer, otra franquicia, esta vez de la melindrosa saga vampírica Crepúsculo, todo un éxito de ventas en librerías en sus diferentes tomos, queda a unas docenas de miles
de euros de distancia.
La piel que habito, de Pedro Almodóvar, ha superado la nada desdeñable cifra de cuatro millones de euros.
Algo se ha recuperado el cine español en 2011, recaudando casi 98 millones de euros, contra los 80 del año anterior, pero que fueron 104 millones en 2009. La gráfica muestra una indeclinable marcha hacia la estrechez. Será por debilidad financiera o industrial, pero también porque el cine español no ha aprobado su gran asignatura pendiente: 400 millones de espectadores potenciales en América Latina. Si el cine se hubiera inventado en el siglo XVI habría sido un fenómeno imperial y el Cid, el guerrero más famoso de la Cristiandad. Pero los hermanos Lumière idearon su Salida de la fábrica cuando la revolución industrial ya le había dado el dominio del mundo occidental a los anglosajones, y todo lo que han concebido, del western a la comedia musical, tiene impronta de universalidad.
Y sobre Santiago Segura, ¿hemos de avergonzarnos de su éxito como del de ciertos programas de falso periodismo rosa en alguna televisión? No. El cómico deslenguado y pajillero expone una fiel caricatura de la realidad. No va a ganar el Oscar, pero los sociólogos del futuro, cuando quieran escribir sobre la España del desarrollo y la catástrofe, tendrán que ver sus películas
para entender quiénes somos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de diciembre de 2011