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Crítica:

Caos nupcial

En Un funeral de muerte (2007), de Frank Oz, el guionista Dean Craig aplicaba la fórmula de someter un ritual tan codificado como un entierro a las centrifugaciones caóticas que propiciaba el consumo politóxico, el sexo y la exhumación de secretos familiares. El material no era de primera, pero Oz sabía servirlo en su justo tono: un tono que se desmandaba, para mal, en el remake que, tres años más tarde, dirigió Neil Labute.

Una boda de muerte, como subraya el título en castellano, es lo mismo aplicado a una boda con novia australiana y amigos a la deriva del sufrido novio británico. Stephan Elliott, lejos de la excentricidad de Ojos que te acechan (1999), cumple con más profesionalidad que compromiso, abusa de horrendas cortinillas de transición y logra algo parecido a la película ideal -ligera, autocombustible, olvidable- para ver en un autobús.

UNA BODA DE MUERTE

Dirección: Stephan Elliott. Intérpretes: Olivia Newton-John, Kevin Bishop, Xavier Samuel, Rebel Wilson, Kris Marshall, Laura Brent. Género: Comedia.

Gran Bretaña-Australia, 2011.

Duración: 97 minutos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de enero de 2012