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CARTAS AL DIRECTOR

La ciencia, descarrilada

Con el año 2011 se ha clausurado el centésimo aniversario de la concesión del Premio Nobel de Química a Marie Curie. Si a un ciudadano de a pie se le preguntara cuántos premios Nobel se han concedido a científicos españoles, quizá no supiera que solo necesitamos dos dedos de la mano para cuantificar a tan insignes investigadores: Ramón y Cajal y Severo Ochoa. En más de un siglo, únicamente dos científicos, y uno de ellos (el profesor Severo) en Estados Unidos, han logrado tan prestigioso galardón. Los dos en medicina. Nunca en física o química. ¿Qué ocurre con estas ciencias básicas?

Surge esta reflexión a raíz de la ausencia, en el nuevo Gobierno, de un Ministerio de Ciencia. A pesar de que voces muy autorizadas aconsejan un cambio profundo en nuestro modelo productivo basado en ladrillos y servicios, no hay una apuesta política valiente y decidida por la investigación científica y tecnológica que la convierta si no en la piedra angular de nuestro desarrollo económico, sí, al menos, en un referente socio-económico a medio plazo.

Durante décadas las vías que conducen a la investigación o a un descubrimiento científico no han estado bien cimentadas. Una densa y persistente niebla en el tiempo hace que la ciencia en España esté descarrilada. El talento de nuestros jóvenes investigadores se desparrama en países que sí quieren ser vanguardia tecnológica y científica en un mundo globalizado.

El cambio de rumbo está en manos de nuestros nuevos gestores políticos. Solo si se proporcionan los medios necesarios a aquellas personas que tengan la excelencia científica adecuada y quieran desarrollar todo su potencial en nuestros centros de investigación, puede que algún día, ¡ojalá!, no muy lejano, tengamos nuestra propia María (o Pedro) Curie.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de enero de 2012