El lunes pasado falleció en el hospital parisiense de Val-de-Grâce Malam Bacai Sanhá, el presidente de la República de Guinea-Bissau, un país de 1,5 millones de habitantes, el décimo más pobre del mundo, zarandeado y afectado desde su independencia de Portugal, en 1974, por una inestabilidad política endémica. Las autoridades guineanas no han especificado de qué exactamente ha muerto Sanhá, de 64 años, aquejado, desde hace años, de problemas de diabetes y de dolencias cardiacos. Solo una vez, en 2009, el propio Sanhá se refirió a su enfermedad: "Tengo pérdidas de hemoglobina en la sangre y también diabetes, pero no es tan grave como se afirma". Se encontraba ingresado en París desde Navidad, pero desde que fue elegido presidente de la República de su país visitó continuamente hospitales y clínicas debido a un precario estado de salud. De hecho, ya se encontraba en un centro hospitalario de Dakar cuando en noviembre fue trasladado a París debido a la urgencia de su estado.
La muerte de Sanhá intensifica la debilidad política endémica de Guinea-Bissau. De hecho, el pasado 26 de diciembre, mientras el presidente de la República agonizaba en París, se produjo la, hasta ahora, última intentona de golpe de Estado de un país convertido, en los últimos años, en una base vital de la ruta de la droga proveniente de Latinoamérica y destinada a Europa.
Bacai Sanhá era musulmán, de la etnia beafada y su vida se entremezcla desde siempre con la de la actividad política en Guinea y con el Partido Africano da Independência da Guiné e Cabo Verde (PAIGC). Cuando tenía 15 años su padre, un campesino, fue apresado y asesinado por la temible PIDE (la policía política del dictador portugués Salazar).
Tras la independencia de Portugal, en 1974, fue gobernador provincial, secretario general del sindicato único del país, y, entre otros cargos, ministro de Información, Función Pública y Trabajo. En 2009 fue elegido, tras varios intentos y derrotas electorales, presidente de la República.
Eduardo Costas Dias, investigador portugués en asuntos africanos, aseguraba al diario Público que Bacai Sanhá era "un tipo bonachón, buena persona, con buena voluntad, que tal vez nunca supo rodearse de las personas adecuadas y que, por otra parte, jamás destacó en nada particular".
Con todo, su muerte puede servir de detonante para nuevos disturbios y nuevas escaramuzas para conseguir el poder. El presidente de la República de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, manifestó el mismo lunes "su consternación" por la noticia del fallecimiento del mandatario y pidió que las instituciones de Guinea-Bissau "den continuidad a la democracia". El presidente francés Nicolas Sarkozy, tras expresar ayer también sus condolencias, añadió que el país "debe rápidamente organizar las elecciones libres y transparentes".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 12 de enero de 2012