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Crítica:

El efecto Rosales

Galardonada en el Festival de Moscú con los premios a la mejor película, al mejor actor (para Carlos Álvarez-Novoa) y el de la crítica, Las olas, ópera prima de Alberto Morais, cabalga por la fina línea que separa la poesía visual de la impostura en las variadas producciones españolas que, siguiendo la estela del éxito de La soledad (2007), dirigida por Jaime Rosales, se agarran a las señas de identidad del plano fijo, la ausencia de música, la parsimonia y el mantenimiento de cada uno de los planos durante un par de segundos más de lo necesario.

A la manera del viejo de Una historia verdadera (1999), de David Lynch, en su cortacésped, con el recuerdo como losa y la necesidad de redención como ejes centrales, narra el viaje de un anciano por carreteras y autovías a bordo de un Renault 12 que se había quedado tan anclado en el garaje como el propio protagonista en un matrimonio de 50 años de duración del que ni siquiera puede afirmar ahora que contuviese amor.

LAS OLAS

Dirección: Alberto Morais. Intérpretes: Carlos Álvarez-Novoa, Laia Marull, Sergio Caballero, Armando Aguirre.

Género: drama.

España, 2011. Duración: 90 minutos.

Como telón de fondo, y esto es lo mejor de una película casi siempre excesiva en su metodología, el recuerdo de los campos de concentración franceses adonde fueron a parar miles de españoles tras la Guerra Civil española.

En la sutileza de su representación, con Fresas salvajes, de Ingmar Bergman, como referente estilístico, reside lo mejor de una historia tan digna como pequeña.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de enero de 2012