He leído con el mayor interés el artículo así titulado del pasado 11 enero, sobre el tema de las denominadas "embajadas autonómicas".
Fui, en mi condición de técnico comercial del Estado, consejero jefe de la Oficina Comercial de España en Nueva York cinco años (2000-05), y por ello creo que puede ser de utilidad algún comentario sobre lo que vi sobre el terreno de esas embajadas, en este caso, oficinas comerciales autonómicas, cualquiera que fuese su nombre. Aunque el tema daría para mucho más.
La existencia de esas oficinas, que pretenden duplicar lo que hacen con muchos más medios, experiencia y conocimiento y la ventaja de su "estatus diplomático" las oficinas comerciales de España, así como la proliferación de viajes de muy amplias delegaciones oficiales de los Gobiernos autonómicos, suponen cosas muy claras: despilfarrar recursos limitados, desdibujar la imagen-país de España (eso que se llama la Marca y que vale mucho) y, en muchos casos, hacer el ridículo. En suma, inconvenientes y ninguna ventaja.
Personalmente, lamento no haber hecho una recopilación de las cosas que en este tema vi durante esos años. Un anecdotario digno de un show de los admirados Faemino y Cansado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de enero de 2012