Nadie entenderá bien por qué me dolió en el alma la muerte de alguien a quien en persona solo vi una vez y con quien no me relacionaba trato personal alguno. Yo sí. Díaz Pardo siempre me recordó a la persona más importante de mis 23 años. Por generación, el uno de 1920, el otro de 1921. Por físico, menudo, bajito. Por carácter, intenso, irónico, especial. Por la forma de ser y pensar, puro idealismo, lealtad y humildad. Y por la mirada. A mí, Isaac Díaz Pardo siempre me desarmó por la mirada.
Yo me crié en una cuna escorada a la izquierda en una casa en la que me enseñaron a amar lo diferente, pero, por encima de todo, a respetarlo. Sé que mi abuelo era un hombre como Isaac Díaz Pardo, convencido de la validez de un argumento progresista, amable y sincero. Si es verdad que los buenos se van a lo que los creyentes llaman cielo, solo espero que ambos estén teniendo una charla agradable. Lo que me apena es no poder escucharla.- Clara Bernal Castro. A Coruña.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de enero de 2012