No sabemos muy bien cuál debe ser la relación entre la fotografía y el texto en el periódico. Hay quien sostiene que la imagen ha de someterse a la escritura, limitándose a ilustrarla (signifique lo que signifique ilustrar), y quien sostiene que la imagen ha de ser autónoma y crear su propio relato, paralelo al de la noticia escrita. También hay quien piensa, no siempre de manera consciente, que el único objetivo de la foto es manchar la página para romper la monotonía visual que atribuimos a la mera sucesión de las palabras. La imagen funcionaría así al modo de un área de descanso. Bueno. Por lo general, aceptamos lo obvio: que si se habla de un ministro, aparezca el ministro, y si de un escritor, el escritor. Aceptamos también que aparezcan del modo más neutro posible, como si temiéramos que la imagen robara protagonismo a la palabra.
He aquí una fotografía autónoma que acompañaba a una noticia sobre implantes de silicona en mal estado. La mujer de la foto era una de las víctimas de esos implantes. Según la crónica, se había operado para aumentar y elevar el pecho con resultados catastróficos. Si la noticia tenía algo de relato de terror, la instantánea parecía el fotograma de una película policiaca francesa. Texto e imagen competían de un modo notable por atrapar la atención del lector y quedaban en tablas, porque ambos eran mejor que buenos. Pero había un claro ganador: el usuario del periódico, que al observar esta curiosa imagen no tenía más remedio que leer la noticia y que al leer la noticia no tenía más remedio que detenerse en la imagen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 22 de enero de 2012