Giggs está en paz con el fútbol y lo exprime con tanta devoción como gusto, capaz de reconvertirse de extremo voraz a mediocentro táctico. Le alcanza con su zurda para desbloquear a la zaga más abrochada y le basta con su capacidad de interpretación para clavar su todavía envenenado aguijón. Así se lo aclaró ayer al Arsenal (1-2, con goles de Valencia y Welbeck para el United y Van Persie para los locales), equipo descascarillado y sin remedio, falto de la identidad que le encumbró y que tanto tiempo defendió.
Un varapalo para los gunners, cada vez más lejos de los puestos de la Champions, y una esperanza para el Mufc, que persigue al Manchester City, vencedor a última hora ante el Tottenham (3-2) en un partido brillante, sobre todo en el segundo acto, desbocado y trepidante.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de enero de 2012