Quisiera dar las gracias a Vicente Molina Foix por haber escrito tan bello artículo sobre la personalidad de Natacha Seseña y a EL PAÍS por haberlo publicado. Yo conocí a Natacha en Nerja en los años setenta, cuando, siendo un pintorcillo, tuve el privilegio de conocer allí a la crema del exilio republicano en bañador. Y sin tener entonces la más remota idea de los grandes méritos culturales de Natacha, guardo un imborrable recuerdo de su generosidad, amabilidad e indescriptible gracia, que Molina Foix llega tan cerca a describir; una gracia que él tiene la sensibilidad de unir con esa pizca de melancolía, a lo Giulietta Masina, que sazonó a la gracia de Natacha y la hacía tan irresistible.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de enero de 2012