Las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) no dejan lugar a dudas. La economía española debe prepararse para otros dos años de recesión (-1,7% y -0,3% de contracción del PIB en 2012 y 2013) y las cuentas públicas españolas no podrán cumplir con el objetivo de déficit para este año (4,4%) hasta 2014. La dinámica perversa es conocida: los ajustes presupuestarios acentuarán la recesión y la caída de ingresos, junto con el crecimiento de los gastos sociales, harán que se desborde el déficit en 2012 hasta el 6,8% del PIB y al 6,3% en 2013. El Fondo ofrece buenas palabras a cambio de malas noticias. Sugiere que este año podría aceptarse (sin precisar quién y cómo) un mayor margen de maniobra en el déficit para compensar la desaceleración del crecimiento, a cambio de ajustes estructurales, y menciona de pasada que también son necesarios "buenos políticos".
El diagnóstico de situación del FMI concuerda con el anuncio de recesión lanzado por el Banco de España, aunque las predicciones del banco sean más benignas a medio plazo. Pero lo más significativo de ambos vaticinios, en el caso de España, es que han hecho aflorar un discurso político contradictorio sobre la estrategia del nuevo equipo económico acerca de los compromisos con Bruselas. Mientras que los ministros de Hacienda y Exteriores coinciden en pedir que las autoridades comunitarias aplacen los compromisos de estabilidad presupuestaria, por manifiesta imposibilidad de cumplirlos, la vicepresidenta del Gobierno y el ministro de Economía se ratifican en que el objetivo de déficit para 2012 sigue siendo el 4,4%. Es más, de hacer caso a las declaraciones del presidente del Gobierno, esto se conseguirá sin subir el IVA, circunstancia que convierte en heroico o fantástico el objetivo.
Sería de agradecer que el equipo económico del Gobierno, coordinado por el propio Mariano Rajoy, unifique su discurso sobre el déficit y, ya puestos, que nos explique su estrategia global contra la recesión. Parece poco serio que unos mendiguen un aplazamiento de los compromisos mientras otros, los "policías malos" en esta ficción, aseguren que todo está bajo control. No tanto por el fondo de la cuestión, ya que los ajustes radicales, en plazos reducidos, son un auténtico disparate, y más aún cuando la recesión persistente anula los efectos de los ajustes, cuanto por la forma. Lo correcto es que España (u otros países) solicite discretamente una demora y la UE asuma la iniciativa como propia.
Entre la letra más pequeña, pero esclarecedora, de las previsiones figura la recomendación de que los países con tipos de interés bajos deberían reconsiderar el ritmo de su consolidación fiscal a corto plazo. El dardo es contra Alemania. Es incomprensible que en un área económica aquejada de recesión (una suave contracción del 0,5% este año) todos los países estén sujetos a ajustes presupuestarios. Solo con estas inconsecuencias puede explicarse que Europa sea hoy el principal problema de la economía mundial y, en concreto, un lastre para los países emergentes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de enero de 2012