Una de las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre y de la campaña antiterrorista que les ha seguido ha sido el cambio producido en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Los presidentes de ambos países, George W. Bush y Vladímir Putin, han acercado posiciones en cuestiones de armamento, y ambos aspiran ahora a reducir y modernizar sus sistemas defensivos, revisando para ello el tratado ABM firmado en 1972. Mañana, menos de un mes después de que Putin anunciara que sería "flexible" en estas negociaciones y en las pertinentes al escudo antimisiles estadounidense, el Pentágono realizará una nueva prueba del sistema.
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Una base en territorio estadounidense lanzará un misil dirigido contra un falso objetivo en el Océano Pacífico en la madrugada del sábado al domingo. El proyectil pondrá en funcionamiento la red mundial de satélites y radares que compone el escudo. Minutos después, desde otro silo estadounidense se disparará un misil que interceptará y hará explotar sobre el océano el supuesto proyectil enemigo.
Dos fallos, dos aciertos
Este ensayo forma parte de una serie de cuatro pruebas que el Pentágono prevé realizar entre 2001 y 2002. En octubre de 1999 y en julio de 2001 se efectuaron dos pruebas con éxito, pero otras dos, en enero en julio de 2000, se saldaron con sendos fracasos.
En cualquier caso, atrás quedan ya los días en que cada uno de estos ejercicios militares levantaba las iras de países como Rusia o China. La nueva situación ha traído, en palabras de Putin, nuevos desafíos de seguridad que exigen compresión por las inquietudes que despiertan en Estados Unidos.