Con un solemne acto institucional y cierto aire de pesimismo, Italia recuerda hoy al juez Giovanni Falcone, símbolo de la lucha contra la mafia, en el décimo aniversario de su asesinato. Falcone murió el 23 de mayo de 1992, junto a su mujer y tres escoltas, al explotar 500 kilos de explosivos escondidos bajo el asfalto de la autopista en Capaci, cerca del aeropuerto de Palermo.
La matanza marcó un antes y un después en la guerra contra el crimen organizado. Pero el espíritu de este magistrado, que desafió a la poderosa Cosa Nostra con el testimonio de los arrepentidos, se ha ido diluyendo en este decenio, mientras la mafia apuntalaba sus centenarios cimientos.
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El Presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, y el primer ministro, Silvio Berlusconi, han querido subrayar el ejemplo cívico del juez. Berlusconi ha aprovechado incluso la ocasión para la autopropaganda y ha asegurado que las ideas de Falcone son las mismas que propugna su Gobierno para reformar la Justicia, a la que se oponen los magistrados con una huelga convocada para el próximo 6 de junio.
Al jefe del Ejecutivo le ha respondido desde la oposición el secretario de los Comunistas Italianos, Oliverio Diliberto. Éste ha afirmado que Berlusconi "no tiene ningún título ni ha hecho ningún merecimiento para conmemorar" al juez asesinado en 1992.
Pugnas políticas aparte, un placa recuerda desde hoy en el Ministerio de Justicia al que fuera director general de Asuntos Penales, cuando ya se había ganado el apelativo de enemigo número uno de la temida Cosa Nostra. Sobre los ecos de la celebración oficial han descargado una dosis significativa de pesimismo los viejos compañeros del juez desaparecido, como Antonio Caponettto, quien considera que la batalla institucional contra la mafia "ha perdido tensión". Más allá ha llegado Giuseppe Di Lello, al opinar que "la mafia es en la actualidad mas fuerte que nunca, hasta el punto de haber reconquistado un papel central en la política".
Conmoción
El asesinato de Falcone, que conmocionó a Italia y al mundo, fue un golpe de efecto de la cúpula mafiosa que trataba de vengarse del famoso maxiproceso de Palermo que, en 1991, acabó con la condena a cadena perpetua de numerosos capos delatados por arrepentidos.
La matanza de Capaci hizo reaccionar como nunca a los sicilianos y acabó convirtiéndose en desesperación dos meses después, cuando fueron masacrados, también en Palermo, el juez Paolo Borsellino, número dos de Falcone en la lucha contra la Cosa Nostra, y sus cinco escoltas.
El estado italiano quedó literalmente a los pies de la mafia, pero acabó salvando la cara con una ofensiva sin precedentes, que terminó en enero de 1993 con la detención del capo di capi, Salvatore Toto Riina, condenado luego a cadena perpetua.
Otra veintena de capos recibieron la máxima sentencia, algunos en rebeldía, como Bernardo Provenzano, huido desde hace acsi 40 años, que pasó a llevar el timón de la organización con un cambio de estrategia, basado en el silencio y la cautela, con los que volvió a recuperar el terreno perdido.
El espíritu combativo de Falcone parece haberse diluido en estos últimos tiempos, mientras la hermana del juez, María, no se conforma con saber quién le mató y quién ordenó su muerte, sino que quiere saber quién lo hizo desde fuera. "A diez años del atentado conozco sólo la mano armada que mató a Giovanni, pero no los instigadores ocultos", ha puntualizado María Falcone, que espera que se reabra este proceso paralelo.