Acuciado por las críticas, el ministro de Finanzas japonés Shoichi Nakagawa ha anunciado este martes que renunciará a su cargo en las próximas semanas, posiblemente después que el Congreso apruebe el presupuesto fiscal para 2009, después de que la oposición y hasta sus propios compañeros de coalición pidieran insistentemente su renuncia por aparecer en aparente estado de embriaguez en una rueda de prensa durante la última reunión del G-7 en Roma.
La polémica comparecencia del ministro quedó registrada en un vídeo en el que se ve a un Nakagawa incapaz de contener los bostezos y de mantener los ojos abiertos. La oposición política interpretó que esta conducta obedecía a un exceso de alcohol y pidió la inmediata renuncia del ministro, que sin embargo aseguraba que unos medicamentos para el resfriado y el jet lag le habían producido somnolencia y dificultades para hablar. Como prueba de su buena fe, este lunes se sometió a una revisión médica, pidió disculpas y prometió que no volvería a aparecer en público en un estado tan deplorable.
Pero la presión ha sido más fuerte y, finalmente, Nakagawa ha acabado presentando su dimisión, aunque sigue manteniendo que no estaba borracho y pese a que el primer ministro, Taro Aso, había insistido en mantenerlo su puesto frente a las demandas de la oposición y a las repercusiones de la polémica en su ya maltrecha popularidad.