Dos robots estadounidenses teledirigidos han entrado en los edificios afectados de la central siniestrada de Fukushima I para medir las cifras de radiactividad, hidrógeno, temperatura y humedad. Los aparatos han detectado elevados niveles de radiactividad en los edificios de los reactores uno y tres, cuyo sistema de refrigeración quedó muy dañado tras el gran seísmo y el tsunami del pasado 11 de marzo. Desde entonces, los operarios de Tepco, la compañía que opera la central, han intentado sin éxito enfriar los reactores para evitar fugas de material radiactivo.
El objetivo de estas mediciones es determinar si los trabajadores de la central podían acceder a dichos reactores para reanudar las tareas de refrigeración, especialmente en el número tres, donde no ha entrado ningún operario desde la explosión de hidrógeno del mes pasado. La lecturas de ambos reactores muestran un "ambiente adverso", demasiado para que los seres humanos puedan trabajar allí, lo que complica las tareas de reparación del sistema de refrigeración. Las cifras se conocen un día después de que la compañía que opera la planta anunciara que espera tener la crisis nuclear bajo control a finales de año.
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Mientras, nuevas encuestas de opinión muestran que la mayoría del pueblo japonés están insatisfecho con la gestión del Gobierno de la crisis atómica. Los sondeos, publicados en tres periódicos de ámbito nacional, indican que los japoneses están perdiendo la paciencia, más de un mes después de que el país fuera golpeado por un seísmo de escala 9 y un tsunami devastadores, además de las numerosas y continuas réplicas.
Dos terceras partes de los encuestados señalan que apoyan un aumento de los impuestos para pagar la reconstrucción, cuyo coste ha sido estimado en 300.000 millones de dólares, lo que lo sitúa como la catástrofe natural más costosa de la historia.