A eso de las cuatro de la mañana el buque oceanográfico español Hespérides ha empezado a cabecear violentamente. Un tremendo temporal -técnicamente temporal huracanado- de levante barría el mar. Las olas han alcanzado en algunos momentos los diez metros de altura y la velocidad del viento ha llegado a los 140 kilómetros por hora. Al Hespérides no le ha quedado más remedio que aproarse a la mar y capear el temporal, lo que quiere decir apuntar la proa hacia la dirección del viento para cortar las olas de frente
y evitar el peligroso balanceo lateral del buque. Mientras tanto el otro barco polar español, el Las Palmas, ha adoptado otra estrategia apropiada a su reducido tamaño: correr el temporal, navegando casi con la mar por la popa.
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En los camarotes el temporal ha causado estragos: todo lo que no estaba bien sujeto se ha desplazado violentamente con cada bandazo del barco. Nadie ha podido dormir a bordo esta noche.
Por la mañana, el espectáculo desde el puente de gobierno era sobrecogedor. Las olas espumeantes en un mar de color acero azulado barrían la cubierta del Hespérides. Durante un buen rato dos enormes ballenas han avanzado a escasa distancia del buque nadando contra el oleaje y dando espectaculares saltos. La situación se ha mantenido igual a lo largo de varias horas, con el buque a la marcha para cabalgar acompasadamente las olas sin prácticamente avanzar. La técnica de navegación en estos casos extremos, explica el comandante del Hespérides, Carlos Cordón, consiste en mantener la velocidad justa para evitar que el barco adelante a las olas y que estas choquen contra el casco. El resultado de este equilibro es un fuerte cabeceo pero se evitan los golpes de mar más violentos. Si el paso del Drake hace cuatro días a bordo del Hespérides pareció duro, lo de hoy ha minimizado un poco aquella experiencia.
El temporal ha causado varios daños en ambos buques. En el Hespérides se ha doblado el torrotito (el pequeño mástil en proa en que se iza la bandera); el agua ha inundado uno de los laboratorios científicos, lo que ha obligado a achicar agua y reparar diversos desperfectos durante horas. También se ha caído una de las consolas del receptor de imágenes por satélites (pese a estar firmemente amarrada).
El Las Palmas ha salido peor parado: dos de sus balsas de salvamento, cada una con capacidad para 24 personas, han sido arrancadas de cuajo por la mar. El Hespérides va a prestar este vital material al otro buque.
Por la tarde, la mar se ha calmado un poco y el Hespérides ha logrado dirigirse a la bahía sur de la isla Livingston para protegerse del temporal. En la zona hemos encontrado al Las Palmas y otro buque, el gigantesco rompehielos ruso Capitán Dranitsyn, de 14.000 toneladas, ahora reconvertido en buque turístico. Los tres buques se disponen a pasar la noche al abrigo de la bahía.
En el rompehielos viajan varios turistas españoles. Cordón ha hablado con ellos esta noche. Están disfrutando de un viaje turístico que les ha costado un millón de pesetas por persona y que incluye la navegación y el alojamiento durante nueve días sólo desde Ushuaia (Argentina). Han recorrido el mar de Weddell y la bahía Flandes -que navegó ayer el Hespérides-, llegando al Círculo Polar Ántártico. Hoy se disponían a emprender el regreso pero se han encontrado con un fuerte temporal en el paso de Drake, con olas de 14 metros que les ha obligado a buscar abrigo en isla Livingston.
En esta isla está la base Antártica Española Juan Carlos Primero. Vista de lejos -el Hespérides se ha aproximado pero no ha sido posible desembarcar- es un conjunto de contenedores y barracones en lo alto de una pedregosa playa en pendiente. Jordi Sorribas, jefe de la base ha informado al Hespérides que también allí han sufrido el temporal, que las 180 personas que hay allí se han visto obligadas a permanecer encerradas en las instalaciones. Al examinar los efectos del temporal en la base, han descubierto que uno de los generadores eólicos ha saltado en pedazos y que algunos bidones de combustible almacenados en un refugio en lo alto de un glaciar han aparecido al pie de la montaña.
En la bahía Sur de isla Livingston hay también una base búlgara de verano,la Saint Kliment de Orhida, donde actualmente permanecen ocho personas. Al pasar el Hespérides frente a ella, hemos recibido un mensaje de saludo de los búlgaros.
Si las condiciones meteorológicas lo permiten, mañana desembarcaremos en lanchas zodiac en la playa de la base española para recorrer las instalaciones y conocer a los científicos y personal de apoyo que están allí trabajando.