Ecuador estaba el sábado fuera del torneo, casi. Pero desde ayer está dentro de los cuartos de final, casi. Las facilidades de clasificación que concede el torneo, con espacio en la segunda fase hasta para los dos mejores terceros, autorizan estos drásticos cambios de humor. Ecuador le ganó a Venezuela, que jugó con la bandera blanca alzada, y además por cuatro goles, los que más o menos necesitaba para sentarse a esperar una carambola relativamente sencilla en los otros grupos: que Honduras pierda ante Uruguay, en el C, o que Perú no pase del empate frente a México, en el B.
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Venezuela entraba al partido con las mismas necesidades, pero llegó sin ninguna fe. Ya se había rendido, fatalmente desilusionada tras la inmerecida derrota ante Chile. Así que, sin una gota de entusiasmo con la que disimular su debilidad, le abrió las puertas de par en par a Ecuador para que se creyera otro equipo y, de paso, le aplastase. Venezuela deja el torneo con tres derrotas, siete goles en contra y ninguno a favor.
Sin rival enfrente, Ecuador se plantó en la goleada cómodamente. No necesitó asumir riesgos, ni desordenar la defensa, ni recurrir a llegadas masivas. Le bastó con cambiar horizontalidad por juego profundo, desbordar por los costados y dejar hacer a los puntas. Especialmente a Delgado, que se concedió un gran partido, con dos asistencias (suaves dejadas) y dos goles, uno, el último, imposible: se desmarcó al punto de penalti, regateó en largo al portero y, cuando ya parecía que la pelota se iba por el fondo, llegó a ella con dos zancadas largas para empujarla sin ángulo alguno a la red.
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